Puesto que el post sobre el miedo a las palabras lo había escrito hace ya tiempo, voy a romper mi ritmo habitual de posteo para hablar de los pensamientos que me rondan este mismo fin de semana, relativo a la responsabilidad y coherencia con los propios actos.
Quería hablar de la "técnica del disparadero", que consiste, sencillamente, en conseguir que alguien lleve a cabo una acción o tenga un determinado comportamiento, incluso mediante peticiones o proposiciones directas, y luego imputarle toda la responsabilidad de la acción. Es una técnica simple de eludir responsabilidades sobre una situación o el resultado de una acción.
La primera vez que fui consciente de que alguien me había aplicado esa técnica fue con mi hermana mayor... ya he dicho en algún post que ella tenía mucho ascendiente sobre mí; probablemente me lo hizo muchas veces y no me dí ni cuenta, porque yo soy muy confiada y bien pensada (lo cual no es una virtud, sino la consecuencia de mi propia inseguridad). Sucedió que cuando estudiábamos tercero de carrera, mis padres y mis hermanos pequeños se tuvieron que ir a vivir fuera por motivos laborales. Nosotras, por aquello de no cambiar de Universidad y de que éramos ya casi-adultas, nos quedamos solas en Madrid; teníamos una amiga de la familia que quería entrar en una compañía de ballete y estaba viviendo en una pensión, así que a todos nos pareció buena idea que se viniera a casa con nosotras. Resultó ser un desastre, porque el ritmo que ella llevaba no se parecía en nada al nuestro, de estudiantes, y porque además, tenía problemas alimentarios que luego hemos podido identificar (era bulímica, pero no lo sabíamos). A causa de su problema, tenía problemas físicos y de comportamiento, y era típico que se olvidara la plancha encendida, que no hiciera su parte de tareas domésticas... a escondidas nos robaba la comida que ella no se compraba para no engordar. La situación era insostenible y mi hermana y yo estábamos deseperadas, porque no encontrábamos la manera de que esta chica llevara unos mínimos para la convivencia... y mi hermana empezó a hablar de que había que exponerle la cuestión y pedirle que se fuera a vivir a otro sitio. Y su propuesta fue insistente, y me fue "comiendo la cabeza"... yo estaba de acuerdo, pero cuando llegó el momento de decírselo, mi hermana consiguió que fuera yo la que tuviera la conversación con ella. Lo hice, lloró ella, lloré yo, quedamos como amigas y se marchó. Fue un escándalo familiar, ya que no fue bien interpretado por nadie: sus padres se enfadaron conmigo, mis padres no me decían nada pero no lo vieron bien, y mi hermana... empezó a decir que yo soy una persona muy dura, y que quizá fui un poco exigente de más con ella... ¡¡¡???¿¿¿!!!! Al cabo del tiempo, lo que ha perdurado es que yo "la eché de casa porque no la soportaba"... ella no piensa lo mismo, al cabo de los años hablé con ella sobre el tema y me dijo que le habían diagnosticado bulimia, que era normal que no supiéramos cómo tratarla, me pidió perdón (y me mandó recado similar para mi hermana) por su comportamiento de aquel año y me dijo que ella nunca se había enfadado "con nosotras" por aquello. Es decir, que ni yo había sido dura con ella, ni había sido sólo cosa mía.
Con eso me basta, lo que piensen los demás me da igual, pero llegaron a hacerme dudar de si, en verdad, yo había sido la única responsable de una situación tan cruel como la pintaban. Desde luego, con mi hermana ni me enfadé, pero comencé a medir mucho mis comportamientos cuando se derivaban de propuestas suyas.
A todos nos cuesta asumir las consecuencias de nuestro comportamiento... quizá nos dejamos guiar por nuestras apetencias o nuestras opiniones en un momento determinado, y luego no nos gusta la situación en la que nos dejan nuestras acciones y queremos escapar a toda costa para no asumir la responsabilidad. Y una forma muy fácil de hacerlo es provocar la situación que perseguimos, pero imputar la iniciativa a otro, aunque no sea cierto... Te ponen en el disparadero y luego niegan haber cargado la munición del disparo.
Lo peor del caso es la cara de tonto que se te queda cuando es la misma persona que ha contribuido con sus propias iniciativas a una situación, la que te viene a decir que todo ha sido cosa tuya... Si eso sucede una vez, no pasa nada, todos podemos caer en ello alguna vez... si se repite, entonces hay que estudiar seriamente el caso, porque puede ser un patrón de comportamiento habitual... No es cuestión de enfadarse, cada uno gestiona sus cosillas como buenamente puede, y quien sea perfecto, que tire la primera piedra ¿no?.
La cuestión es que, si un comportamiento ajeno nos resulta dañino, la primera vez que se produce podemos encajarla, pero la segunda tenemos que tomar una decisión ya que si ocurre una tercera vez, entonces sí que será culpa nuestra.
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