El mes de agosto toca a su fin, y durante su última semana se produce el "efecto agosto", que es algo parecido al "efecto Año Nuevo" pero sin las promesas y buenas intenciones propias del fin de año.
Mucho se habla sobre el incremento de divorcios, por ejemplo, achacándose a la intensa convivencia de las parejas durante las vacaciones como detonante de un conflicto conyugal. Y creo que es una valoración acertada, pero que también opera como una causa importante este "efecto agosto" que provoca que el conflicto conyugal se manifiesta aunque no se haya "disfrutado" de ese largo mes de vacaciones, de la misma manera que provoca un considerable aumento de otro tipo de conflictos y litigios.
Sucede, en mi opinión, que el verano marca una hito en el ritmo del año, al igual que sucede con el fin de año, y se utiliza como referencia temporal para tomar una decisión o llevarla a cabo, y el mes emblemático del verano es agosto. Así, las personas y las empresas se marcan el mes de agosto como momento decisivo para resolver cuestiones importantes, poniendo como plazo final "antes del 1 de agosto" o como momento inicial "a partir del 1 de septiembre". Tiene cierta lógica profesional, ya que al ser inhábil el mes de agosto para la mayoría de las actuaciones judiciales, los abogados solemos vacacionar durante ese mes, funcionando así como barrera temporal. Incluso, el año judicial comienza el 1 de septiembre, aunque eso lo desconoce mucha gente, por lo que no tiene influencia en su decisión.
Por ello, la última quincena de julio y la última semana de agosto unida a la primera semana de septiembre suelen ser meses de actividad frenética en los despachos de abogados, ya que la recepción de llamadas, consultas, visitas de los clientes es constante. Y no son todos, ni mucho menos, asuntos de divorcio.
Lo cierto es que no es, precisamente, el mejor momento para iniciar asuntos judiciales. Desde luego, el mes de julio es, en mi opinión, el más desaconsejable debido a que la lentitud de las oficinas judiciales se dispara ese mes, al haber comenzado los oficiales y agentes sus turnos de vacaciones y disponer de menos personal. No obstante, antes de terminar el mes de julio este año, tuve que preparar varias demandas porque si no, los clientes, no se iban tranquilos de vacaciones, a pesar de que les expliqué que había poca o ninguna diferencia entre presentarlas el 31 de julio o el 1 de septiembre.
Y el mes de septiembre no es, tampoco, un momento propicio, ya que se produce una verdadera avalancha de asuntos que el personal de los Juzgados tiene que gestionar al tiempo que da salida a todo lo que, durante los meses de julio y agosto, se ha quedado sobre la mesa.
Es debido a ese "efecto agosto" que para un abogado, superar los meses de julio y septiembre se convierte en un objetivo profesional y personal que se repite cada año, al que se añade, a la vuelta del verano, el conocido "síndrome de estress posvacacional" que, como personas que somos, también sufrimos...
El "efecto agosto": todo un reto de supervivencia.
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