Nunca he ido a los sanfermines, y todos los años me digo a mí misma que un año iré. Soy fiel seguidora de los encierros y los veo en directo por televisión todos los días, salvo imposibilidad mayor. Los he visto cada año desde hace ya mucho tiempo y, este año, como siempre, ando ya pendiente de asegurarme que mañana lo puedo ver.
Hoy, viendo la televisión, una cadena daba la noticia del chupinazo de las fiestas destacando que sólo se habían suspendido en tres ocasiones: durante la Guerra Civil, en 1978 debido a altercados políticos, y el día 13 de julio de 1997 como señal de luto por la muerte de Miguel Ángel Blanco, que se había producido esa misma mañana.
Ese comentario me ha hecho recordar las circunstancias del asesinato de Miguel Angel Blanco, cuyo impacto en mí creo que no ha sido igualado por ninguna otra noticia. Y ello me ha llevado a pensar en todas las cosas que he vivido desde entonces y que Miguel Ángel, que sólo era un año menor que yo, se ha perdido. Y es que en once años una vida da para mucho:
En 1997, febrero, mi relación con S. (mi novio de toda la vida) terminó en la forma que ya he relatado en otro post, y por eso, en las fechas del secuestro de Miguel Angel, yo estaba ocupada recuperándome emocional y económicamente (aquella ruptura me llevó a la quiebra, pero eso es otra historia), y tuve que recurrir al apoyo incondicional de mi madre. Aquel año, marcó un antes y un después en mi vida.
Aquel año viajé al País Vasco por primera vez y descubrí, gracias a un amigo, que el sexo sin amor sí es posible y que también lo es la amistad con sexo, siempre que también haya seso suficiente en los interesados. También descubrí que todas las personas, incluso yo, que hasta entonces me había considerado muy arisca en las relaciones personales, necesitamos del contacto físico con otras para sentirnos bien.
Ese año conocí a F. que fue todo un descubrimiento para mí porque sufrí un auténtico flechazo, siendo absolutamente incapaz de controlar mis reacciones cuando él estaba cerca. Un auténtico subidón de felicidad, lo aseguro. Era cariñoso, atento, divertido, espontáneo… Me encantaba. Estuve con él siete años, si bien a lo largo de la relación descubrí que lo que me gustaba de él era lo que también generaba problemas, porque con el paso del tiempo, se demostró egocéntrico, infantil, desconsiderado, agresivo… Tuvimos una relación que yo calificaría de enfermiza por mi parte, con muchos altos y bajos, y con un hijo (mi niño) hasta que decidí que mi supervivencia personal requería terminar con aquello. Y creo que fue un acierto también para él, porque ahora está mucho más centrado y es capaz de llevar una vida más o menos normal.
Durante esos años, cambié de trabajo, pasando de ser una abogada individual por cuenta propia, a colaborar con un despacho bien establecido, en el que me sentía muy apreciada, pero en el que me dieron mucha caña para aprender. Trabajé muy duro y aprendí muchísimo sobre este oficio.
En este tiempo, nació mi hijo, del que ya he hablado en otro post. No creo que sea necesario extenderse sobre esto, porque todo el mundo puede comprender lo importante que es para cualquier mujer la maternidad, y el cambio que mi vida dio a partir de su nacimiento, máxime con las condiciones en que se produjo.
Al terminar con F. me vine a Madrid, a casa de mis padres, porque no tenía ni fuerzas ni dinero para seguir adelante sin ayuda. Y empecé en un despacho con muchos abogados, en el que estuve un año; y aunque estaba muy a gusto y había buen ambiente, decidí independizarme porque quería recuperar el control de mi futuro profesional, como siempre lo había tenido, así que me asocié con el actual despacho en el que trabajo.
Pasé dos años absolutamente dedicada a mi trabajo y a mi hijo, sin apenas salir, hasta que me sentí ya en condiciones de volver a divertirme y conocer gente nueva. Y así sucedió… Y he estado saliendo y entrando, trabajando y cuidando de mi hijo, disfrutando de una relación magnífica e, incluso, he viajado a China… Cuántas cosas en una década… llevo tres rupturas, voy camino de tres mudanzas, cuatro trabajos, un hijo...
Y, a punto de empezar los encierros de Pamplona, espero poder escribir dentro de diez años otro post similar a este, haciendo recuento de las cosas buenas y malas que pueden pasar en dos lustros de la vida de una persona común, y recordando que hay personas, como Miguel Angel, que no han tenido la misma suerte que yo para que no se me olvide que los momentos, por muy malos que sean, son parte de la vida que no queremos perder.
A San Fermín pedimos, por ser nuestro patrón,
nos guíe en este encierro, dándonos su bendición.
2 comentarios:
Yo también recuerdo a Migue ángel Blanco, yo tendría 16 años y recuerdo que cuando volvía a mi casa, venía de la piscina, y mis amigos hablábamos de él y cuando llgué a casa mi madre me contó el triste final, sentí una pena terrible y cuando me fui a dormir tenía una tristeza inmensa.
No me gustan los encierros, odio la tauromaquia y el mundo de los toros, me parece terrible.
A mí también me parecía terrible, pero mi primer ex era muy aficionado, y una de las cosas que aprendí con él es que hay todo un mundo detrás muy interesante. Lo cual no quiere decir que yo sea aficionada, sólo voy a los toros si me invitan ;-)
Un beso, Isra
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