jueves, 26 de junio de 2008

El compromiso, las relaciones y el espejo social.

En casi todas nuestras acciones intentamos mirarnos en el espejo social, y tendemos a hacer lo que es "normal" que hagamos en funcion de nuestra edad, sexo, formación o posición económica, atendiendo a lo habitual en nuestro grupo de referencia. Y mantenemos nuestras relaciones con nuestro entorno también mirándonos en ese espejo social del que emana la imagen del individuo prototipo de ese grupo de referencia, que reúne todas las características mayoritariamente aceptadas en dicho grupo.

Ello nos facilita la vida, el hombre es un ser social, porque nos permite no tener que estar continuamente tomando decisiones sobre lo que debemos hacer o no. Basta con seguir la "norma" o el criterio imperante.

Pero lo que no podemos permitir, en mi opinión, es que ese espejo social que nos sirve de parámetro sea algo más que eso; no podemos permitir que se convierta en una losa que nos impida tener reacciones o comportamiento que realmente son lo que nos haría felices.

Esto se ve, también en mi opinón, en las relaciones y el compromiso. Cuando dos personas se gustan e inician una relación, pronto empiezan a adoptar los modos y comportamientos que ven en el espejo social de su grupo de referencia, y de una semilla anárquica y sin reglas iniciales en el que la base es el compromiso particular de ambas personas como quiera que lo hayan establecido, se ven, con el paso del tiempo, avanzando en la dirección que "se supone" tiene que llevar la relación. Pero siendo el compromiso particular de cada pareja lo que determina su relación, lo que le ha dado origen, si se sustituyen poco a poco dichos pactos por la regulación habitual del grupo de referencia, llega un momento en el que los implicados pueden no saber donde están, qué es lo que quieren, por qué llegaron ahí...

Yo tuve un novio muchos años. Nuestra relación duró trece años y medio. Cuando empezamos eramos muy jóvenes, yo 17 y él 18 años. Me lo pasaba muy bien con él, porque era muy ocurrente y divertido. Teníamos una buena complicidad en muchas cosas y confianza recíproca en algunos elementos de la relación que ambos consideramos esenciales. Mi rol era muy libre, porque así lo habíamos acordado, por lo que yo me sentía muy independiente y cuando estaba con él era porque ambos queríamos.

Fueron pasando los años, y nos fuimos "poniendo viejos". Empezamos a hacer, poco a poco y cada vez más, lo que se esperaba de nosotros. Terminamos los estudios y nos fuimos a vivir juntos, y nuestra relación se regia por las normas típicas de nuestro entorno. En ese momento, yo ya no hacía lo que yo quería, sino lo que se debe hacer... y supongo que él también. Fue una etapa muy gris de mi vida, y no por su culpa (libreme yo de decir tal cosa), sino porque no fuimos capaces de renovar el compromiso mutuo con la frecuencia necesaria, y fuimos perezosos o inconscientes optando por aceptar como propias de nuestra relación las normas que veíamos en el espejo social.

Lo triste es que un día yo planteé un paso definitivo, también siguiendo la lógica de lo "esperado": ya tenía treinta años y debía tener un hijo. Yo creo que en ese momento, él se dio cuenta de que, siendo lo que "nos tocaba" hacer, algo en su interior le decía que no era el siguiente paso. Y se fugó. Casi literalmente, huyó. Diciendo que quería que nos trasladásemos a su ciudad natal antes de dar ese paso, marchó a ella de prospección una semana, que luego resultaron tres. Al final de la tercera semana, me llamó diciéndome que no volvía, y que no quería hacerse responsable de condicionar tanto mi vida como para que me trasladara de ciudad. No quería ser el responsable de mi vida, como si yo no fuera capaz de decidir mi propia vida y asumir las consecuencias... y quizá no lo era.

Todos mis esquemas se vinieron abajo, porque no entendía nada de lo que estaba pasando, pero más tarde ví que era la única situación posible si tomas como propio un "compromiso standard" sin pararte a pensar que realmente es eso lo que quieres hacer. Y empecé a sentirme liberada porque, como si se me hubiera roto un cristal en la frente, me di cuenta de repente que había estado haciendo, no lo que yo queria, sino lo que yo creía que "tocaba". Por ello, desde entonces, hago sólo aquello que quiero hacer. Y cada paso que doy, lo pienso y lo decido sin prestar ninguna atención a cómo deberían ser las cosas. Y no pretendo que nadie se comprometa a algo conmigo sólo porque "es lo que toca", porque eso no me sirve para nada.

En cambio, es muy satisfactorio saber que estás precisamente donde quieres estar, con quien quieres estar, cuando quieres estar y como quieres estar. Y es aún mejor saber que tu pareja está en el mismo punto.

Cada uno es libre para decidir qué es lo que quiere, y en qué se quiere comprometer, hasta qué punto y cómo. La única regla, es estar de acuerdo, y a partir de ahí, las normas se las da cada uno. Es lo que siempre se ha dicho: cada relación es distinta, cada pareja es un mundo... Y creo que esta liberación del espejo social avanza se va generalizando en nuestros días, y vemos proliferar parejas LAT (living apart together) o parejas swingers, que apartándose de los convencionalismos sociales como la obligación de convivencia o la de la monogamia sexual, logran alcanzar un punto de confianza mutua excepcional porque se desarrollan a partir de un compromiso real.

2 comentarios:

israel dijo...

De alguna manera muchas parejas caen en eso que tú dices, hacer lo que se "supone" que deben hacer y de esa manera con el paso del tiempo parece que se dan cuenta de que "eso" no es lo que querían y es cuando muchas parejas se rompen, no tienen lo que querían o no están en la situación en la cual se habían imaginado antes de empezar a adoptar el prototipo de pareja, al final todo se hace monótono y rutinario.

Cuando miro alrededor veo que casi todas las parejas siguen los mismo hábitos, no sé, a veces creo que eso acaba desgastando de alguna manera, todos siguen las mismas etapas desde el momento que se conoce.

En fin, tampoco entiendo mucho de parejas pero a mí me daría miedo caer en los hábitos preestablecidos y no ser capaz deavanzar conforme a lo que yo quiero y no de acuerdo a lo que la socienda nos impone.

No sé si me he apartado del tema principal pero bueno.

Maribel dijo...

No, no creo que te alejes del tema. Todo lo contrario; pero no caer en esos hábitos es muy difícil, uno no se puede descuidar mucho, porque la comodidad es un instinto muy fuerte. Y todo eso, es aplicable a toda la relación de uno con el mundo... laboral, familiar, amigos... Solo tiene uno que fijarse en la cantidad de cosas que hace... sin saber muy bien por qué, sólo porque es lo que toca.
Hay que tomar conciencia de que nuestra vida es sólo nuestra, y es solo una, irrepetible e irremediable. Por tanto, somos responsables del camino que tome.

Uf, qué trascendental y dramática me pongo a veces, creo que necesito a La Corchos, a ver si me despejo un poco ;-)

Un beso, Israel