lunes, 3 de noviembre de 2008

La responsabilidad de la propia felicidad

Este fin de semana salí con una amiga que se está divorciando después de un matrimonio largo en el que se ha dedicado por entero al cuidado de su familia y su casa. Ahora se enfrenta a cambios drásticos en su vida: se tiene que poner a trabajar, tomar decisiones por sí sola, enfrentarse por primera vez a la situación de soltería, resolver el golpe a su autoestima derivado de que el marido la haya "sustituido" por otra mujer...
Se está comportando de forma muy valiente intentando hacerse con el control de su vida, que había cedido a cambio de cierto nivel de seguridad que ha resultado ser ilusorio. Y cada paso adelante que da se encuentra mejor, más contenta y con más confianza en sí misma... y con frecuencia dice sentirse aliviada, ya que, hasta que su marido dio "la campanada", ella se veía encerrada en una relación en la que no era feliz, pero que no rompía sin saber muy bien por qué... el miedo a los cambios, el hecho de que tiene dos hijos, un concepto muy rígido del compromiso.... aún no sabe por qué no tomó ella la decisión de acabar con el matrimonio a pesar de que dice que no era feliz hacía ya muchos años.
Y eso es, además, lo que le provoca mayor frustración, ya que siente que ha "sacrificado" su felicidad en pos de un matrimonio y que esa renuncia no ha sido correspondida con una actitud igual, a la que creía tener derecho.
A mí me parece, aunque es muy posible que me equivoque, que lo que sucede es que todos tenemos miedos a los cambios, a enfrentar situaciones nuevas que se apartan de lo que teníamos pensado o programado... Lo que yo veo es que muchas veces ese miedo a vivir del que he hablado otras veces, nos impiden tomar las riendas de nuestra vida y nos hace renunciar a lo que no deberíamos, llegando incluso a hacer responsables nuestras circunstancias o a otras personas, de lo que sólo nosotros debemos gestionar: nuestra propia felicidad.
En el campo de la pareja, he visto muchos casos en los que las personas desplazan la responsabilidad hacia la otra persona: es una actitud habitual en las mujeres que se divorcian cuando la iniciativa es del marido, en cuyos argumentos casi siempre subyace una idea del tipo: "yo he vivido contigo a pesar de que tú no me hacías feliz... me lo debes, ahora te toca a ti renunciar a tu felicidad".
Pues yo no creo que la cosa deba funcionar así. Creo que cada uno es responsable de su propia felicidad, y que nadie debe asumir la carga de tener que hacer feliz a otro ni exigir a otro que le haga feliz. Ser responsable en una pareja no consiste, a mi modo de ver, en pensar que tienes que comprometerte a hacer feliz a tu pareja, que tienes que renunciar a tus necesidades personales por la felicidad de la otra persona, o en creer que si no eres feliz, la responsabilidad radica en la conducta de tu pareja hacia tí.
Al contrario, ser responsable en una pareja debe significar que jamás vas a esperar que el/ella "te haga feliz", ya que sólo uno mismo es el autor de su propia felicidad, de sentirse satisfecho con uno mismo, con nuestros logros y nuestra mejora personal... con nuestra vida, en definitiva. Y tu deseo de estar en una relación estable con una persona no puede bascular sobre el miedo a afrontar situaciones nuevas, y a la inversa, sino que debería radicar en que la compañía de esa persona, su complicidad contigo, su afecto y su apoyo te hace más fácil el camino de lograr tus objetivos.
Así es como yo lo veo; creo que cuando se habla de compromiso y responsabilidad se produce una confusión, ya que el compromiso que se adquiere en una pareja no es "querer siempre" o "garantizar la felicidad" de la otra persona... Es de Teoría General de las Obligaciones que un requisito de estas es tener un objeto posiblem ya que a nadie le es exigible lo que es imposible de cumplir, y lo cierto es que nadie puede garantizar que siempre va a amar a otra persona, no hay amor con garantía. El compromiso que se adquiere en una pareja, en mi opinión, es el de ser leal y honesto con esa persona, nada más... y nada menos, porque no es fácil. Significa que si ya no echas de menos a esa persona, si no notas su ausencia en tu vida, si cuando estás cerca de ella tu vida no es mejor... sencillamente lo pondrás encima de la mesa, te lo reconocerás a tí mismo y a ella, y serás capaz de hacerlo a pesar del miedo que a todos nos producen los cambios.
Esta es mi visión personal, por supuesto, derivada de mi propia experiencia, ya que yo también tuve un día, hace años, en el que pensé... "si yo he permanecido en esta relación insatisfactoria, he estado cumpliendo con mi parte del pacto... si tu ahora desertas, esás faltando a tu compromiso conmigo". Creo que cuando me di cuenta del error fue un momento revelador en mi vida.
Y desde entonces, no quiero ser responsable de la felicidad de nadie, y no quiero que nadie se haga responsable de la mía. Quiero ser, y creo que lo vengo haciendo, ser yo la única garante de mi propia felicidad.

2 comentarios:

israel dijo...

Es cierto eso de los miedos a los cambios aunque a veces es casi imposible ir a peor porque cuando a uno le va bien es normal temer el cambio pero cuando no es así no tiene sentido pero no sé, es como si nos durmiéramos en los laueres, en esa comodidad engañosa, como si tuvieramos miedo a empezar de cero, o miedo a ser feliz, simplemente.
Quizá a tu amiga le pase que ha permanecido tanto tiempo en esa especia de sueño y ahora le cuesta despertar, como cuando despiertas de un sueño largo y estás atontado. También miedo a lo desconocido, a lo nuevo, inseguridad, porque siempre nos gusta sentirnos seguros incluso si hay que sacrificar con ello la felicidad.

Maribel dijo...

Yo creo que, a veces, aún cuando no puedas ir a peor si se mira desde fuera, como tú no lo sabes el miedo a lo desconocido puede contigo. Es más, creo que muchas veces produce una satisfacción íntima más inmediata la autocompasión, aunque a la larga no sea un buen sistema para vivir. Nos gusta que nos pasen la mano por el lomo, y si a eso le añades el miedo a afrontar situaciones nuevas...
Mi amiga ya está en marcha, es una mujer valiente, y una vez que se da cuenta de que es mejor hacer las cosas que no esconderse, creo yo que no hay quien la pare. Así que, por ese camino, conseguirá estar satisfecha porque, aunque le vayan las cosas mejor o peor, al ser ella la dueña de su vida, eso sólo ya le dará mucha satisfacción personal.
Y es que, hay que hacer un esfuerzo, sacudirse las telarañas y decir... a ver, esta vida es mía ¿quien la va a dirigir, el miedo o yo?