jueves, 30 de julio de 2009

Dolor tuyo, tristeza mía.

Uno siempre piensa que el dolor, la tristeza y la angustia que sufre cuando algo realmente trascendente ocurre en su vida, son incomensurables, inconsolables e insoportables... Cierto es que siempre, para uno, sus problemas son los más importantes y así debe ser, porque cada uno de nostros somos el astro de nuestra constelación vital. Pero es necesario también intentar comprender la dimensión del dolor, la tristeza y la angustia de quienes nos rodean e intentar actuar en consecuencia con ellos, dando lo que a nosotros nos gustaría recibir si estuviéramos en su lugar.

Porque así funciona la vida... cada uno da lo que recibe, luego recibe lo que da.

Empatizar significa eso: ponerse en el pellejo de otro, e intentar imaginar cómo nos sentiríamos y qué nos gustaría recibir. Pero si se hace bien, creyéndose realmente el otro, puede ser muy doloroso.

Hoy he leído a las tres de la tarde la noticia de atentado de Mallorca: dos guardias civiles aún sin identificar, un coche patrulla, una bomba lapa y sesenta minutos transcurridos desde la combinación fatal de los tres ingredientes anteriores. Es la receta perfecta para hornear una hora de angustia en los familiares y amigos de todos los guardias civiles destinados en Mallorca, quienes, en ese mismo instante en el que yo leía la noticia, aún no sabían si alguna de las víctimas habría sido su padre, su hermano, su novio o su hijo...

Cada vez que se produce un atentado, en los minutos siguientes, no puedo evitar empatizar con la angustia de los que no saben si los caidos es alguno de los suyos...

Me lleva a los tiempos en los que mi padre estaba en activo... me recuerda un atentado que se produjo en la Ronda de Atocha, frente al Ministerio de Agrigultura, debía ser el año 92 aproximadamente... yo estaba estudiando unas oposiciones y acudía a una biblioteca a diario; durante un descanso, alguien me dio la noticia: coche, bomba, dos militares... se desconoce el cuerpo, pero no la graduación: uno de ellos tenía la misma que mi padre.

Si hubieran existido los móviles, habría llamado a mi padre en ese momento para preguntarle si había echado la quiniela, aunque jamás la haya jugado... no quería llamar a mi madre... ¿y si no sabía la noticia?... esperaría a que se confirmara el arma a la que pertenecían las víctimas.

Ese tiempo se me hizo eterno, pegada a la radio con el corazón encogido recitando mentalmente un mantra... "dilo ya, dilo ya, quien ha sido, quién ha caido, dilo ya, dilo ya..." Sé que a mis compañeros les parecí un poco histérica, o un poco exagerada... Nadie me abrazó, nadie me dijo "todo saldrá bien"... la gente consideraba entonces que en el sueldo del militar va incluido el riesgo de morir en un atentado... y nadie se consideraba grupo de riesgo... nadie se imaginaba en mi pellejo...

Yo tampoco lo pedí: me he criado con alertas pegadas con papel celo en el cristal del portal, avisando para que tuvieramos cuidado con los paquetes sin remitente, para que vigiláramos los bajos de los coches, para que estuviéramos alerta de los coches desconocidos...

Cuando finalmente dijeron los nombres de los caídos, sonreí porque ninguno era mi padre... y me sentí culpable por alegrarme... y pensé en que alguien, hija de alguno de las víctimas, habría escuchado, en una llamada telefónica o incluso en la radio, el nombre de su padre. Y lloré.

Hoy deberíamos todos sentirnos víctimas por un rato, aunque sólo fuera para comprender lo importante que es estar vivos y tener lo que tenemos.

Paz hasta la victoria. Luto por las víctimas. Un abrazo que alivie la espera del que no sabe. Unas lágrimas que acompañen el dolor del que tiene la certeza.

Todo se acaba. Sigamos viviendo.

3 comentarios:

israel dijo...

Hola Maribel,

Pues sí, debieron ser momentos duros. No sé qué decirte. A veces la incertidumbre es casi peor porque te imaginas en el peor de los escenarios... debió ser angustioso.
Debe ser muy duro tener familiares policía, bomberos, militares.. sabiendo que están expuesto a cualquier cosa, pero también debe ser gratificante tener a alguien así, que vive por los demás.
Yo no lo puedo evitar, ante cualquier muerte me vuelvo muy apesadumbrado, imaginando el dolor dee los familiares, que al fin y al cabo son los que más sufren, e intentado imaginar su dolor, lo terrible que debe ser...

Una muerte que me impactó, probablemete la que más me ha impactado (aparte de las personales, claro está), fue la de Miguel Ángel Blanco. Recuerdo ese fin de semana, recuerdo ese domingo volviendo de las piscinas con mis amigos (éramos unos chavales) y hablando sobre ello. Cuando llegué a casa mi madre me dio la noticia que fue como si hubiera muerto un familiar, alguien cercano.
Aquella noche, si no recuerdo mal, lloré, o al menos unas lágrimas se me escaparon.

En fin, un abrazo.

Ronan dijo...

Aunque suene terrible, entiendo que tu primer impulso fuese sentir alegría por saber que no era tu padre una de las víctimas... Es algo humano completamente. La empatía es, desde luego, una cualidad valiosa y preciosa en todos los sentidos, y si hubiese más abundancia de ella en todo el mundo no pasarían cosas como las de Mallorca. Y cientos de miles de muertes absurdas más en el mundo. No podemos evitar el cáncer (aún, al menos), no podemos evitar cientos de enfermedades raras horriblemente crueles, no podemos evitar los desastres naturales... Pero que cosas como esta ocurran intencionadamente, por "manifestar" una idea... A veces dudo de hasta qué punto algunas personas son humanas con todas las letras.

Maribel dijo...

Hola, Israel y Ronan.

Si, lo de Miguel Angel Blanco fue especialmente duro, porque fue condenado a una muerte segura en un plazo de tiempo y, en este pais, por suerte hemos perdido ya la costumbre de la pena capital. Fue terrible, no quiero ni imaginar lo que pasó su familia.

No es nada gratificante saber que tu familia se expone al peligro por otros; siendo realista, no es nada gratificante. A lo sumo, es un consuelo post-mortem. Yo preferiría que mi padre fuera panadero, por ejemplo, o ya puestos, médico o arquitecto. Pero uno es lo que es, y hay que vivir con las circunstancias que nos tocan.

Lo increible es la capacidad de adaptación del ser humano, que puede sobrevivir en circunstancias mucho más extremas que estas. A mí me tocó crecer con escolta en la puerta cuando íbamos al colegio, y cuando me llegó la "edad del pavo", lo que hacíamos las chicas era fijarnos en si los soldados eran más o menos guapos que los del día anterior... Es la edad la que nos hace ser más conscientes de los riesgos.
Un poco de empatía no vendría mal; debería enseñarnos en el colegio, porque seguro que así se evitarían muchos conflictos. En este caso, se trata de personas fanáticas que, por definición, son absolutamente incapaces de ver más allá de su propia idea, que les lleva a destrozar familias por una idea. Estoy segura de que les espera el infierno en vida, sus hechos se volverán contra ellos. Nadie puede matar y permanecer siendo la misma persona que era antes. Nadie puede causar daño y que, antes o después, no le pese el remordimiento. Esto para mí, es una cuestión de fe.
Un abrazo a ambos